En este artículo vamos a tratar un tema que suele ser olvidado. A lo hora de
hablar de la Reconquista se suele centrar el tema en las conquistas y en los
avances, pero no se para a observar como fue el proceso de control de esas
tierras conquistadas, de afianzamiento de esos territorios. Esto se conseguía
con la repoblación de esas zonas, y por ello el proceso repoblador es un factor
clave para comprender la Edad Media peninsular.
Las monarquías peninsulares de ese momento comenzaron a expandirse, y esa expansión
debía de ser asegurada. Las monarquías se tienen que afianzar en lo
territorial, y por ello debían repoblar esas tierras conquistadas. Este es un
proceso brillante en las Historia de España, e irá evolucionando a lo largo de
la Reconquista.
Hasta el siglo XII se distinguen tres etapas:
La primera etapa abarca de los siglos VIII al XI, etapa donde la principal preocupación
de los monarcas era controlar el Valle del Duero, crear un tapón de gente para
impedir el asentamiento musulmán en esa zona. Para ello se crearon condiciones
favorables para atraer colonos. El sistema utilizado es el de la presura,
sistema según el cual si un colono se asienta en una tierra y la trabaja el rey
se la entrega. Esto no sólo se da en Castilla, sino también en Aragón.
La segunda etapa va de los siglos XI al XII, donde se produce la
consolidación en el Valle del Duero. Aparecen ya los municipios, donde los
pobladores se unen para vivir. Aparecen también las comunidades de villa y
tierra, un núcleo municipal grande central con pequeños municipios en su
esfera. Otro factor que aparece ahora y que ayuda a la consolidación y
asentamiento de la población son los monasterios, entorno a los cuales se
asienta una amplia masa de población. Este sistema de los monasterios será tan
efectivo que se perpetuará a lo largo de los siglos.
Por último, la tercera etapa es la ocupación del Valle del Tajo, que abarca
el final del siglo XI y el XII. En 1085 se reconquista Toledo, por lo cual la
frontera se desplaza ya por debajo de la mitad peninsular, y esa zona debe ser
repoblada con nuevos sistemas. Un sistema nuevo es el de los alforces, que se
trata de un número grande de comunidades satélites que contribuyen a la
estabilidad económica de una zona por su posición y demás, como por ejemplo
hacía Talavera de la Reina con Toledo.
Desde el primer momento el avance y repoblación lo dirigen los monarcas, que
son los primeros interesados en esa repoblación, pues extiende sus dominios y
consolida los territorios conquistados.
Hay una cierta obsesión por controlar las cuencas fluviales, que ya
comienzan con Alfonso I (693-757), que intenta controlar el
Valle del Duero. Él no lo conseguiría, pero es importante que lo intente.
Alfonso II (c. 760–842) comenzó a consolidar la presencia de
los cristianos en el Duero. Por primera vez se concede una Carta Puebla o Fuero
en Brañosera, en el 824.
Es un repoblación muy eficiente la que se comienza a
desarrollar. Es la época de esplendor de esas presuras o bona vacantia. El Valle
del Duero va así consolidándose como zona cristiana.
Alfonso III (886-910) domina definitivamente el Valle del
Duero, y se produce por ello el cambio de la corte a León, mostrándose así el
interés de la corona por controlar esta zona.
La batalla de Simancas en el 939 consiguió definitivamente
que los cristianos se hicieran con el control de la mitad norte de la
península. La repoblación en esta primera mitad es un éxito.
El segundo gran bloque de repoblación abarca de los
siglos XIII al XV. Durante estos siglos la actividad repobladora avanza y con
la toma de Toledo y la entrada en Andalucía hay que readaptar la forma de
repoblación en estos territorios con tal alta concentración de población árabe.
Aparecen así los mudéjares al incorporar a esos musulmanes a los reinos
cristianos.
En esta etapa se repuebla el área castellano-manchego y
Andalucía, con nuevos sistemas para ello.
El más destacado son los donadios, que son grandes
concesiones territoriales por parte del monarca a ciertos individuos. Este
sistema fomenta la actividad reconquistadora para conseguir esas donaciones.
Aparecen también los repartimientos, que se dan muchas veces
a colonos para que vivan en zonas de frontera, normalmente provenientes del
norte. Tenían toda una serie de ventajas, y por ello que este sistema
funcionase.
La alta nobleza juega un papel muy importante en todo el
proceso, creándose en él los grandes títulos nobiliarios. También las órdenes
militares, que repueblan grandes zonas de la mancha, creando ciudades como
Ciudad Real.
En conclusión, el proceso repoblador fue clave para afianzar
las conquistas y desarrollar los incipientes reinos que se estaban formando en
la Península. El buen hacer en este proceso hizo posible el avance y la
posición predominante de los reinos cristianos sobre los musulmanes en la
península, y su posterior conquista más tarde.
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